jueves, 15 de abril de 2021

La estela del cohete espacial

Vuelvo a escribir con la luz apagada, intentando entender lo que siento en este preciso momento en el que las paredes de mi habitación no existen y este colchón se encuentra a mil kilómetros sobre el nivel del mar, flotando en la última atmósfera terrestre. El oscuro universo observa mi cara porque siento que otra vez me pasa igual, sin embargo algo ha cambiado. Esta llama rosa que hay en mí está naciendo, como las estrellas que desde ahí abajo se querían ocultar detrás del cielo nublado. Te creías que este polvo se iba a convertir en nebulosa, demasiado pronto, debes transformar la energía.

Inconformista en un mundo de lucha constante, merezco esta paz que me robó la estela del ingenuo cohete espacial. Intenso es este calor que produce el electromagnetismo de mi corazón. Es tanto que sin quererlo se ve por fuera, es un rastro de luz que a algunos ciega y a otros les hace sonreír. Me conformo con no interrumpirlo, pero no con cualquier cosa, es algo valioso. Va mucho mejor de lo que había pensado, eso es cierto, ni me imaginaba todo lo que me ha pasado últimamente. Esto es la vida y no me había dado cuenta, por pensar en lo que no estaba en mis manos, pero quién soy yo para exigirle al cosmos que me acerque las galaxias lejanas. Mejor voy yo. Me despido, voy yo a mi ritmo y disfruto de la densidad de las emociones por el camino.

No me esperes ahí sentado mirando hacia arriba, ni siquiera me envidies, este poder es algo que construí yo, nadie me lo ha regalado. Ha sido costoso porque ni siquiera soy astronauta. Lo que llevo dentro siempre ha ido rápido, desplazándose lejos de donde el día anterior corrí. He visto los más escalofriantes elementos de este sistema solar de sorpresas, temores y miedo en vivo ardiente. Me hice más valiente.

Me voy sin hacer ruido, la nave no va a mi misma velocidad y no me voy a entretener en que sea el control de lo natural, además, echa mucho humo.


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