sábado, 11 de abril de 2020

Primavera

En esta primavera yo tengo una flor. La llevo conmigo y la dejo florecer y vivir donde ella quiere. Sus pétalos tienen los colores más vivos que nuestros ojos pueden percibir. Es lo mínimo que puedo decir sobre toda la alegría que me transmite, porque las flores también se ríen y yo siento su sonrisa allí donde sea que haya echado sus raíces. 

No se olvidan tus ganas de vivir la vida. Tus lágrimas de rocío no las pudiste soportar, pero sé que lo hiciste porque no eres digna de ser plantada en este suelo, tú querías otros paisajes más bellos, lejos de la grisácea atmósfera de tormenta. Tranquila, porque no vas a dejar de ser única, tus pétalos suaves nos rozan la piel cada día. 

Pudiste trazar un arco con tu luz y la lluvia estacional. ¿Cómo no querer alzar la vista y mirar al cielo al amanecer? Siempre contagiabas a todos tu energía y tu ilusión por comerte el mundo. Eres tan pura y natural, que atraes a cualquier agua tibia de la montaña. Desde que eras semilla estabas destinada a dejar esta huella en el planeta, ¿lo sabías?

Dicen que las flores, cuando se marchitan, es porque van a permanecer por siempre sanas y bonitas en el corazón de quien las miró con buenos ojos y las tuvo la suerte de apreciar. Bueno, en realidad, eso lo digo yo. Y por lo visto, es cierto.

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